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viernes, 10 de septiembre de 2010

Despertar

Me veía caminando en algún lugar muy lejano. No conocía a nadie. Ni siquiera tenía idea de a donde iba. Lo único que me hacía feliz, era el hecho de estar caminando, solo, hacia el vacío, sin conocer de verdad el motivo y la causa de todo esto. No me importaba hacer bien o mal las cosas, total, ¿qué podría ser peor? Muchas veces en mi vida había concluido que eramos tan imperfectos, que ya no podríamos estar tan lejanos a la perfección. O al menos eso era lo que creía.

No bastaba con ver mi reflejo en mis ojos de manera constante, había que buscar otra salida. No me parecía, sin embargo, que fuera a encontrarla si seguía así. "Ya habrá tiempo", solía decir. Pero en realidad, muy en el fondo, no lo sentía así. Solía impacientarme cuando las preguntas no eran respondidas a tiempo. Si, quizás era solo mi imaginación, pero me estaba acostumbrando a que todo tomara demasiado tiempo. El tiempo debía seguir su curso, y tarde o temprano, me daría la razón, aunque no importase, en realidad, si era demasiado tarde para ver la verdad detrás de mis ojos.

Cuanto había cambiado, cuanto me había costado acostumbrarme. Sonaba a mentira, pero era la verdad. No tenía nada más que hacer. Esta metamorfosis era constante, y muy en el fondo, sabía que no podría hacer nada al respecto. Solía escuchar que "no se puede hacer nada para cambiar el destino, lo único que se puede hacer es prepararnos para las consecuencias". Si, tal vez era una frase muy gastada, pero era, en ese entonces, lo único que atravesaba mi cabeza.

De pronto, abrí los ojos, y en medio de ese agitado pensar, me di cuenta realmente de donde estaba.

Miré el reloj. Eran las 8.

"No pasó mucho desde que me fui a dormir", pensé en ese momento.

Me levante de la cama. Fui directamente a la cocina a buscar algo de tomar. Lo único que encontré fue jugo de naranja que quedó de la noche anterior. Abrí uno de los estantes y saqué un vaso, era de plástico, uno de los más pequeños que habían, y me serví un poco de jugo.

"Está muy amargo", dije en ese momento.

Tenía ganas de seguir durmiendo. Quería seguir soñando, esperar a que algo por fin aclare mis pensamientos, simplemente esperar. Esperar a que esa imagen tan hermosa y llena de gracia apareciera en mis ojos. Sabía que así, sería más difícil caer en el sueño, pero me ayudaría a sentirme mejor, de una manera u otra.

Lo que hice en ese instante, fue ir al baño. Mojé mi cara con un poco de agua, abrí los ojos y miré mi rostro en el espejo. Las ojeras que tenía acentuaban el cansancio y la debilidad que mostraba mi mirada, de por sí, muy vacía y sin gracia.

Mi voz se escuchaba muy gastada, ronca, inaudible. La garraspera en la garganta me resultaba muy incomoda, pero no quería hacer nada al respecto. Cuando me di cuenta de que todo estaba en su lugar nuevamente, todo perdió su esencia, todo perdió sentido.

El día estaba nublado, no había gente en las calles, y todos parecían dormir tranquilamente en casa. Decidí salir a caminar...

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